Los mapas que faltan en la escuela señalan vidas ocultas.

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Quien esto escribe siempre tuvo una admiración especial por los mapas. Leía en el periódico regional al cual estaban suscritos los abuelos una noticia de hechos singulares ocurridos por el mundo y buscaba en su Atlas mundial el lugar. Calculaba, a bulto, lo lejos o cerca que estaba de su pequeño pueblo. Al tiempo, seguía las peripecias de equipo de fútbol favorito en sus competiciones europeas. Tanto es así que el mapa político de Europa tenía trazadas líneas de colores con cada torneo anual. Por entonces, al atlas propio o los mapas de la escuela se limitaban a lo físico y lo político. Esto último concretado estrictamente a la división territorial. Qué por cierto era cambiante pues en su época de estudiante sucedieron muchas descolonizaciones y guerras. Aún recuerda las atrocidades contadas de la guerra de Vietnam, incluso sus ciudades y los nombres de los dirigentes. O aquella otra que sangraba el Congo belga, Katanga resuena todavía a diamantes. Eran mapas que confundían, con unos países sobredimensionados en el Hemisferio norte.

No relacionaba mapas con personas, a pesar de saberse todas las capitales de todos países del mundo, españolizadas en su expresión. Los mapas eran su lugar de evasión, sin llegar a concretar un deseo viajero excepto a Canadá, no recuerdo la razón. Por la razón que sea siempre quiso estudiar Geografía, sin soñar siquiera que existía una carrera llamada así.

Esta afición infantil y juvenil no acabó nunca. Pero con tiempo se interesó más por otro tipo de mapas diferentes a los estáticos: aquellos que indican cómo viven las personas circundadas por una líneas. A propósito de líneas se preguntó más de una vez por las rectas que demarcaban las fronteras de los países africanos, pareciendo un uso común que montañas o ríos separasen países como sucedía con lo Pirineos o los Alpes. El mapa no siempre es así, a veces se convierte en una metáfora de la vida. ¿Acaso no lo es el mapa de África?

Faltaban muchos mapas en aquella escuela de pueblo donde estudié los primeros cursos, pero ahora podemos decir que hay mapas en demasía, no porque sobren sino porque tanto el alumnado con la gente que no estudia no se molesta en sacarles a los mapas todo el juego que dan.

Particulamente me impresionan los mapas de las Agencias de la ONU, o los que emiten casi cada día varias ONG socioambientales; muchos denuncian situaciones calamitosas frente a posiciones de lujo. En realidad los mapas, bien mirados, son como una alegoría de lo imposible, porque difícil es encerrar en unos colores la cambiante dinámica social; aún así los actuales transmiten vida a quienes saben mirar. Hay mapas cambiantes como esos que nos aporta la Aemet (Agencia Estatal de Meteorología) o la NOAA americana. Está por ahí el Eurostat en mapas, que es como tomarle el pulso a Europa.

Los mapas nos dan muchas ráfagas de vidas ocultas, de futuros inciertos Hoy queremos hablar de los mapas de Statista, que también se ocupa de gráficos actuales, que son como el complemento de los otros en un deseo de fotografiar el pulso del mundo. También se puede acudir a los mapas de el Orden Mundial.

Pongamos mapas en nuestra vida.

 

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