El incendio del Moncayo como metáfora del viaje a los infiernos
Cuando se acerca el verano los bosques y montes tiemblan de miedo. Este año el verano llegó con meses de adelanto y nos trajo incendios en la sierra de la Culebra, en la sierra de Gata, Nonaspe, Monfragüe, Ateca-Moros, Navarra y un sinfín de lugares, incluso en tierras menos secas como Galicia. De hecho, llevamos más de 235.000 has. quemadas en los 7.234 incendios de este año (37 grandes, 4 veces más que en los últimos años). También por toda Europa (660.000 has. hasta ahora en la UE), California, etc., van de récords anuales.
No hemos esperado a ver el desenlace de una amargura colectiva que nos queda próxima. Las imágenes de hoy mismo son desoladoras, por el fuego aniquilador y las caras de amargura de aquellos lugareños que tratan de apagarlo. Este chispazo es un triste canto a la naturaleza en peligro, elaborado con retazos de artículos escritos desde hace 7 años, cuando empezamos. A los miles de has. quemadas en España hasta ahora se suman las cercanas al Parque Natural de nuestro Moncayo, el vigía del valle del Ebro que también mira a las tierras castellanas. El inspirador de leyendas desde tiempos de los romanos -el Mons Caius de Marcial- y emociones permanentes; hasta los Bécquer lo supieron apreciar. Esperamos que Eolo, el dios de los vientos, no lo lleve hasta nuestro icono ibérico, el Parque Natural en donde tantos aragoneses, navarros o sorianos buscamos refugio, emociones y aliento para disfrutar del paisaje y que nos empuje hasta llegar a su cima. Por eso nuestra metáfora debe quedar sin quemarse.
Las causas de los incendios se saben: meteorología adversa aliada con cambio climático, una ola de calor que parece no tener fin, los caprichosos vientos y, en algunos casos el elevado índice de intencionalidad e imprudencias y el abandono generalizado de los montes. Contra las primeras es difícil luchar en el momento pues las llamas ganan a los medios técnicos y humanos. Pero contra las segundas sí. Sabemos que vivimos en la seca Iberia; hace falta creerlo. Todavía queda verano y mucha gente será desplazada, como ahora, por fuegos abrasadores. Al infierno forestal se llega pronto, pero la permanencia puede ser demasiado larga; las emociones de los vecinos afectados quedarán siempre en su historia personal. ¡Ojala no le suceda un gran desastre a nuestro Moncayo y sus aledaños! Habrá más incendios este verano, temblamos de miedo solo por pensar si se generan en el Norte de Aragón.
En agosto de 2015 WWF lanzó una campaña «Un grado de más un bosque menos», habría que añadir cerca de su casa, en un enclave querido o algo similar, como tantos ha habido en este año. Ya hemos superado la cifra de años anteriores en grados y en incendios. Pero las previsiones son peores: el sistema aire, suelo y agua se calienta como pocos en la zona mediterránea occidental. El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) advertía entonces de que los bosques y ecosistemas mediterráneos se encontraban entre los más vulnerables del mundo y sufrirán impactos muy severos, la zona del Moncayo entre ellos. Además, el Instituto de Física de Cantabria (CSIC-Universidad de Cantabria) manifiestaba por aquel tiempo en un informe que las áreas quemadas en la Península Ibérica se triplicarán antes del año 2075 respecto a la actualidad. El tiempo les va dando la razón, por desgracia. El infierno socioecológico se ha extendido este año por toda España peninsular y las islas.
Hace tres años era la Sierra de Alcubierre la afectada. Sabemos que los incendios son una parte de la vida cuando los provocan causas propias. Cuando llevan el rastro de la negligencia o intencionalidad humana lastiman el entramado de los ecosistemas y atentan contra las emociones colectivas. Sucedió en territorio monegrino, una joya de la estepa mediterránea y lugar de nacimiento de quien esto escribe. También allí, como ahora, se destacó la lucha que desplegaron ante las llamas los habitantes del lugar, junto con las brigadas forestales, para evitar que el fuego se extendiera. Sin saber si lo lograrían allí donde ellos y ellas luchaban para salir del infierno.
El incendio actual se explaya por pueblos pequeños en habitantes pero grandes en corazón, que se ayudan en las desgracias, que lloran también por el Santuario de la Misericordia, que tan cerca ha estado del infierno. ¡Qué no habrá visto este edificio en sus casi seis siglos de existencia! ¿Cómo mirará el incendio? ¿Tendrá poderes mágicos para apagarlo o llamará a las Brujas de Trasmoz para que usen sus artes?
Los bosques y montes se seguirán quemando, en su errante devenir entrópico. Por eso, urgen políticas activas (antrópicas) de protección del monte y los bosques, impidiendo también que los urbanitas los empleen sin respeto para sus merecidos descansos o caprichos expansivos. La huida del medio rural, la despoblación de estos lugares y el abandono de tierras cultivadas no hacen sino aumentar la probabilidad de grandes incendios. Sin olvidar que caben políticas activas durante los inviernos, con incendios provocados y controlados para mantener cortafuegos, quizás con ganadería extensiva y mucha formación para el personal forestal, con planes de actuación para cada pueblo que tiene monte cercano, para que cada vecino-a sepa actuar cuando vea cerca las llamas del infierno o prevea que estas pueden llegar si se juega con fuego en momentos de temperaturas extremas y graves sequías.
5 pensamientos sobre “El incendio del Moncayo como metáfora del viaje a los infiernos”
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15/08/2022 at 10:59
Efectivamente en esta ocasión Eolo ha sido benévolo y sopló en sentido contrario al parque natural. en otro caso el fuego hubiese hecho mayor estrago.
15/08/2022 at 18:36
Qué Eolo siga durmiendo un par de días. Habrá rescoldos amenazantes. Un abrazo
15/08/2022 at 13:09
Lo peor de todo esto, que ahora todos nos echamos las manos a la cabeza y lamentablemente NO APRENDEMOS seguimos cometiendo los mismos errores una vez tras otra
15/08/2022 at 18:35
Aprender cuesta si no queremos, o anteponemos otros intereses.
15/08/2022 at 19:27
Si te parece que la prevención es cara…