Educación acantonada: horizonte sombrío
A uno le cuesta creer lo que no entiende; para otros la educación es fundamentalmente creencia sin ir más allá. En educación hay banderas y bandos. Cada tendencia asegura que busca la perfección, sabiendo que es una quimera. Cada nueva ley educativa se asemeja a una pulida colección de virajes erráticos, más o menos grandes.
Una parte del profesorado quiere elevar las leyes a la excelencia, otra la ignora y va a lo suyo; para buena parte pasará desapercibida. Las leyes siembran las semillas o enseñan las flores esperando que el público (profesorado y alumnado) las admire o ponga en un jarrón. Por lo que parece, cada día sabemos más de cómo educar y entendemos menos sobre qué educar. Lo que pueda saber el alumnado siempre será un grano de arena en una gran playa. Deberá emplearlo para construir o coleccionar; nunca será lo mismo. Todos tenemos derecho a saber y conocer; así podremos contribuir a construir un mundo más justo, o no. La cuestión principal siguen siendo las banderas o los iconos.
En las leyes educativas se potencia el aprender, muchas veces sin reflexionar. ¡Vaya pérdida de energía! Así no se fomenta el hambre de descubrir que enfatizaba Camus. Porque por mucho que insistamos en presentar lo esencial muchas veces es invisible a los ojos, o estos no conectan con el pensamiento. Para el profesorado, enseñar debería ser aprender a dudar. Se empeña en enseñar qué pensar, de ahí que contribuya a delimitar los cantones de las sucesivas leyes. Valdría más entrenar en cómo pensar, ya sea hacia lo simple o lo complejo, con más o menos compromiso.
La educación española balbucea en la penúltima ley; la última será la del partido que gane las próximas elecciones. Esto va de cantones. Entre el profesorado hace tiempo que se instaló la esperanza perdida, que es el peor de los desastres educativos. Tampoco ayuda que la sociedad no se dé cuenta de que la vida es una continua educación. Un proceso que no termina nunca si las semillas germinaron y los brotes fueron bien abonados. Lo contrario sería un permanente estado de tedio, que ha cubierto desde antiguo buena parte de los cantones. Además, los partidos políticos han ido cavando zanjas alrededor de los exclusivismos.
Quienes impulsan las sucesivas leyes educativas olvidan que hay que regarlas continuamente, dentro de la escuela y fuera. Si así fuere, quizás bastantes profesores y profesoras tendrían a mano la solución a los problemas que seguro se les van a presentar a su heterogéneo alumnado. ¡Se habla tanto de la inclusión educativa, de la educación para la vida! En demasiadas ocasiones lo aprendido en la escuela sobre una temática ecosocial, aspectos de la crisis climática o la educación para la ciudadanía global por ejemplo, se contradice con las maneras de conducirse la sociedad. Zonas estancas dentro de los cantones.
Pronto vendrán las vacaciones. ¿Y después? Ojalá los cantones sean capaces de aliarse en un Pacto por la Educación y construyan puentes de tránsito educativo. Que sirva también para quienes tienen menos posibilidades por el entramado social donde viven u otras causas relacionadas con las capacidades.
2 pensamientos sobre “Educación acantonada: horizonte sombrío”
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23/05/2022 at 11:14
Un día, ví a un padre y a un hijo (unos 8 años) andando por la calle, muy apresurados. El padre decía gritando «cuando tu padre te diga algo ¡NO PIENSES!». Lo repetía sin parar. Me acuerdo mucho de aquel niño… Ayyyyyyy
23/05/2022 at 13:24
Gracias Elena.
No solo era ese padre, parece que en la sociedad se ha extendido lo mismo.