Con(ciencia) ciudadana para valorar la biodiversidad
Que la gente, urbana en este caso, está mejor informada que hace unas décadas es un hecho innegable. Conoce más detalles de las causas y consecuencias de fenómenos o tendencias sociales a las que antes apenas miraba. Menos aún se preguntaba dónde estaban la raíz y los frutos del tal o cual fenómeno o acontecimiento. La ciencia aplicada se ha acercado a la ciudanía para darle claves del origen y del proceso que siguen determinadas cuestiones. De entre todas estas, podríamos detenernos en algunas tan importantes como la contaminación o la movilidad urbana, etc., pero las dejamos para otra entrada.
Pensemos simplemente en la biodiversidad. Llevémosla al ambiente urbano porque en el natural parece condición implícita. La biodiversidad urbana no siempre se ve. Se diría que queda al margen del mundo natural. Sin embargo, basta un paseo para comprobar que no vivimos solos en la ciudad, que la vida se expande fuera de nuestra casa. Posiblemente, conocer la existencia de esa vida, identificar alguno de sus componentes, es un primer paso para despertar en interés individual. Observemos mientras paseamos, detengámonos frente a algo vivo, preguntémonos qué le permite vivir ahí y si desempeña un papel vital en el ecosistema que es la ciudad a la que pertenece.
Ciencia que acerca a un conocimiento más riguroso de la problemática ambiental, que puede llevar a una valoración crítica, valorativa y transformadora. Dicen que en eso se basan los aprendizajes servicio, conocer algo que nos mueve a actuar en beneficio de todos. Ciencia que abre la puerta a la conciencia de que la biodiversidad, en este caso urbana, es una de las variables de la sostenibilidad global.
Ciencia urbana es seguir la evolución de ciertas especies, apreciar si abundan o no en nuestras calles, tejados o parques. Ciencia es fijarse y anotar cuándo tal o cual especie vegetal florece, preguntarse por qué lo hace así y anotar los resultados año tras año; mirar a los árboles de otra forma para que no queden como estatuas que adornan nuestras calles. Ciencia es mirar al cielo para ver cuando llegan vencejos, aviones y golondrinas, dónde tendrán sus nidos. Ciencia es buscar y fotografiar, ahora que todos llevamos cámara en nuestro móvil, a los insectos que aparecen cuando hace menos frío, en particular abejas y mariposas que pasan por un mal momento. Ciencia es cultivar y anotar sus cambios de plantas en el jardín o macetas de casa. Ciencia es mirar al suelo para ver qué tipo de tierra hay en determinados lugares y aventurar cuáles sostendrán mejor a las plantas. Ciencia es reconocer lo que sucede en determinadas plantas cuando aparecen nuestras alergias. Ciencia es descubrir a los líquenes que se agarran en árboles, muros o suelos. Ciencia es apuntarse a un proyecto de investigación sobre los ríos urbanos. Y tantas otras acciones que pueden formar conciencia de que la malla que une a toda la vida está pendiente de unos factores que genéricamente se llaman sostenibilidad. Ciencia es dejarse llevar en un parque o en el entorno urbano para soñar emociones. Ciencia es hablar de todo con nuestra familia y amistades, avanzar en darle contenido a la sostenibilidad urbana viva.
Para explorar más visite Ciencia ciudadana, naturaleza urbana y educación ambiental. Desarrollo de observatorios ciudadanos para la conservación de la biodiversidad y la transformación ambiental de las sociedades metropolitanas.