Megaaeropuertos 2030 en la incierta puja del recambio climático
Hubo quien dudó de aquello de la movilidad sostenible que se deducía de los ODS. Se preguntaba cómo se compaginaba el deseo comercial de inundar el mundo de mercancías viajeras y la inclinación de las personas al viaje perpetuo con el uso racional de las energías, y que estas fuesen cada vez más limpias. El recambio climático planea como un nexo regulador de los ODS. Sin él la vida será muy complicada. parecía que las ciudades se implicarían en la movilidad sostenible. Ahora hasta de eso duda. 2030 se aparecerá enseguida y pedirá cuentas. En realidad ya lo está haciendo con respecto a los aeropuertos King Fahd de Arabia Saudí; los estadounidenses del Denver, Dallas, Atlanta, Washington o Houston; los chinos de Shanghai, Beijing y Guangzhou; ese de Dubai que hace de parada universal; Tokio, …; en Europa, Amsterdan, Londres o el parisino De Gaulle. Eso solo por citar unos cuantos de los grandes. El mapa de vuelos en tiempo real es para asustarse si pensamos en los millones y millones de gases de efecto invernadero que lanzan al aire; y sus consecuencias acumulativas. El ODS 11 (Meta 11.2) en entredicho y muchas metas de otros ODS con los que tiene relación.
El verano es la época de la movilidad, del turismo. Hacer ambas cuestiones sostenibles es imprescindible en el contexto global. ¿Pueden serlo de verdad y si es así bajo qué condiciones? Por eso sorprende el anuncio de que el Gobierno de España quiere convertir en el año 2030, qué fecha tan mal avenida con los macroaeropuertos, en el del despegue masivo de la aviación mastodóntica en Barcelona y Madrid. Parece incuestionable que el incremento de la movilidad mundial recalienta el cambio climático. ¿Qué objetivo tiene acumular entradas y salidas de mercancías y personas en unos pocos nodos?
Además, si se hiciese realidad implicaría evidentes desequilibrios territoriales: varios nodos superpoblados frente a la España vaciada, prácticamente en paulatina extinción. El medioambiente ecosocial convertido cada vez más en parcelas excluyentes. Nos preguntamos si no sería mejor dedicar los miles de millones que nos van a costar estos vuelos en recuperar una red ferroviaria sostenible que interconectase la España abandonada. ¿No vendrán los dineros del Pacto Verde europeo?, porque sería el acabose. Por cierto, las poblaciones cercanas a los aeropuertos gigantes verían afectada su salud por ruidos y otros peajes.
Por otra parte, parece que la ampliación del aeropuerto de Barcelona amenaza con agravar el frágil espacio natural que lo rodea. También el de Madrid tiene sus peros, y no solo es por la contaminación sonora. Hay muchas voces que claman por llevar a cabo una reflexión profunda de estos proyectos para que no tengamos que lamentar «el falso 2030», aquel año que se nos vendió como el del lanzamiento universal de una nueva convivencia global. Las desilusiones lastiman la esperanza social y anulan los compromisos particulares.
La teoría ambientalista tarda en ser asimilada por la población. Seguro que en 2030 no será mayoritaria. Por eso debe estar condicionada a un discurso coherente, progresivo, comprometido, reflexivo; no movido por impulsos partidistas ni globos sonda que al final se desinflan o explotan. En el necesario y potente recambio climático no caben estas maniobras. Piénsenlo nuestros gobernantes y dejen de atufarnos.