La ética de género puede escribirse como un código que hay que cumplir, pero vale más servirse de la colaboración del grupo para aprenderla

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Asustan las palabras de los jóvenes españoles entre 15 y 29 años. Una tercera parte están dispuestos a controlar los horarios de su pareja, a impedir que vea su familia o sus amistades, a no permitir que estudie o trabaje o a decirle lo que puede o no puede hacer. Así se recoge en “La percepción de la violencia de género en la adolescencia y la juventud«, elaborado por el Centro de Investigaciones Sociológicas. En este contexto no extraña el ciberacoso, tampoco la violencia verbal o física. La sociedad tiene una tarea pendiente que va más allá de las necesarias campañas de sensibilización: aislar, y convencer, a los que vulneran los principios éticos.

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