salud
Estos días el agua poema, o no, los bosques
No sé si fue casualidad o la coincidencia fue buscada. Pero el 21 de marzo, el día en el que medio mundo adora la entrada de la primavera -en realidad este año comenzó aquí a las 22:24 del 20 de marzo según el Observatorio Astronómico Nacional, o a las 16:33 del mismo día según el IGN, en ambos casos hora peninsular-, fue elegido como aquel en que nos acordamos de que vivimos gracias a la alianza entre bosques y agua (el día 22 pero aquí lo adelantamos), como si quisiéramos ver en ello algo de poesía emocional o pragmática. En tiempos, en mi clase, sabedores ya de que la primavera meteorológica comenzaba el 1 de marzo en España, se debatía qué era más importante, la una o el otro. Hubo casi unanimidad al asignar a la una la bondad de permitir la vida del otro, y de muchas más criaturas. Alguien recordó que se celebraba también el día de la poesía. Cómo queriendo decir que la primavera abre el tiempo de soñar despertares. ¿También en el Hemisferio Sur, en donde lamentan que su otoño no se comente en este día? Pero primaveras hay muchas, como bosques y aguas. Así tenemos:
La de la lluvia / la del aguanieve
La de las fuentes o la del rocío
La del océano / la del aljibe
La del diluvio o de la cascada
Resuena siempre, por más que no se pronuncie, aquella frase que debería figurar en muchos poemas de «el agua lo inunda todo». Sirve para colocarla majestuosamente en el origen de la vida, moja la vida poco a poco aunque a veces se desborde y acabe con ella; todo un poema de contrastes.
Será la fuerza del destino, si es que lo hay; otro poema por interpretar. Y en el principio de los tiempos fue así: la vida surgió en el agua y con el transcurso del tiempo se salió de sus mares y océanos y ayudó a llenar de bosques algunas zonas de la Tierra. El poema que escribiría la ciencia, que nos descubrió la poética del agua y los bosques. Los bosques «fabrican agua», o la retienen; un prodigio con viceversa. Aparece el destino, es un poema. A veces triste en la vida sin agua de miles de millones de personas; muchas de las cuales perdieron hace mucho tiempo los bosques. ¡Qué decir del agua en el mundo?
Toda el agua del mundo es un abuela
Que nos cuenta naufragios y fragatas
Que nos moja la sed y da permiso
Para seguir viviendo otro semestre
Me suena el eco de que ese mismo día se recuerda a las bibliotecas o a quienes en ellas laboran. Agua y bosques se unieron para formar la biblioteca de la vida, mucho más famosa incluso que aquella de Alejandría que el agua no llegó a socorrer del incendio que se la llevó por delante. Un bosque es como una biblioteca del agua, si la meteorología acompaña. Lo es porque alberga especies muy diferenciadas. ¿Quién se atrevería a afirmar que los bosques son solamente árboles? Son muchas criaturas que interaccionan entre ellas; también agua en el aire y suelo con agua entran en esta ecuación. Sin la una ni el otro no hay bosque, no hay poema que valga para vivir. Hay quien lo llama desierto o estepa, o cielo terrenal que el destino de los humanos no vio.
La crisis del agua incrementada en su virulencia secular por las afecciones del cambio climático, que ha desarticulado aquello que aprendimos en la escuela del ciclo del agua. Va donde menos se les espera y olvida territorios varios sin «esperanza para los 2.100 millones de personas que todavía no tienen acceso a agua potable segura, para 3.600 millones de personas sin acceso a saneamiento seguro; esperanza para 500 millones de personas que siguen practicando la defecación al aire libre y esperanza para 2.300 millones de personas que viven en países con problemas de agua”, diría el poema en prosa de la vida según la ONU. ¿Pero qué aguas mil?:
La del grifo / la mineral / la tónica
La del río / la dulce / la salada
La del arroyo / la del mar / la regia
La de las cataratas / la del pozo
La de Mario Benedetti, que ha circulado en forma de poema cíclico de vida plena de agua por esta entrada. 21 o 22 de marzo, qué más da; el caso es de vivir el agua y los bosques como un poema íntimo.
El mundo es un mundo de riesgos; el mayor ser mundo
En verdad, nunca he sabido muy bien qué era el mundo. Unas veces pienso en superficies, otras en criaturas. ¿El aire que nos rodea es mundo?¿Y el agua superficial o subterránea? Qué pensar de la globalización, aquel invento maléfico que iba a salvar el mundo, pero en el camino condenaba a las personas. Cuando estoy más lúcido relaciono el mundo con el universo pero debe ser una perogrullada de esas que escribo, por más que se confunda en los libros de texto que utilizaban mis alumnos. Si lo limito a “todo el mundo es o hace” me veo un simplón de esos que sostienen el antropocentrismo a ultranza. ¿Acaso no somos todos un poco eso? Podríamos hablar de los riesgos que tiene en perspectiva el ecosistema mundo, pero hoy nos vamos a centrar en la especie humana: variopinta, universalmente diferente, egoísta con quienes no son personas y más ahora con guerras y atrocidades de desigualdades varias que emponzoñan el mundo del pensamiento. Me hago varias veces la pregunta si los inmigrantes que mueren en el Mediterráneo pertenecen a ¿nuestro? mundo. Porque al decir de F. Nietzsche el mundo real es mucho más pequeño que el mundo de la imaginación, que digo yo que serán muchos.
Hay riesgos medioambientales, geopolíticos, sociales y tecnológicos. Hoy mismo traerán a escena varios de ellos los medios de comunicación serios. Puede que alguno quepa en este gráfico que traigo aquí. Según muestra hay riesgos que cambian de importancia con el transcurso de los años. No sabemos la razón por la cual desaparece la crisis del costo de la vida de la proyección de 2 años a la de 10. Lo que si vemos, si se cumplieran estas previsiones, realizadas con datos del Foro Económico Mundial, los problemas ambientales coartarán la vida del mundo en conjunto dentro de diez años. A ver si lo ven ahora tan enigmático como los formulaba un pesimista Mark Twain hace 100 años «Y así va el mundo. Hay veces en que deseo sinceramente que Noé y su comitiva hubiesen perdido el barco». No creemos que se apoyase en previsiones objetivas pero la frase describe una parte (geográfica, humanitaria, de derechos y desigualdades) del mundo de hoy.
Pero remendemos siquiera por un momento la tristeza, no deseen que se pare el mundo y bajarse de él como le ocurrió alguna vez a Mafalda, que ponía sobre el mundo un cartel con la frase «CUIDADO. Irresponsables trabajando». Hagamos nuestras propias previsiones y revisémoslas pasados esos diez años, si es que entonces son/somos mundo. De qué puede servir esa idea de «ponga un mundo» en sus pensamientos. Esa idea me surge una y otra vez cuando admiro la pintura Un mundo, de Mª Ángeles Santos que dicen fue la sensación del Salón de Otoño de Madrid de 1929. Se encuentra en el Museo Reina Sofía de Madrid; me pregunto si no imagina un complejo y reinterpretable mundo dentro de muchos mundos. ¿Barruntaría o sabría ya aquello de la crisis mundial? ¿Estarían en su cabeza los riesgos futuros del mundo? ¿Las figuras que revolotean serán los inmigrantes que huyen de «su» mundo buscando el «nuestro»?
Terminamos con una frase del genial Mario Benedetti que tantas veces nos acompaña: No vayas a creer lo que te cuentan del mundo (ni siquiera esto que te estoy contando), ya te dije que el mundo es incontable.
Eficiencia energética. ¡Mande pues!
El mande va por Forges, porque en su recuerdo encontramos muchas veces inspiración; por aquello de que el humor se vende sin receta prescrita y en formatos diversos. «Mande!» se presta a la respuesta callada como diciendo que no me he enterado bien o cuesta tal esfuerzo que tardaremos en ponernos en marcha. Leí en una ocasión que el «Mande!» era el estandarte de la pereza, en otro sitio que era la desidia con estrambote. Aunque en México tiene algo de obediencia. De ahí, no sé como, me pasé a buscar de qué iba eso del mandeísmo, una especie de no religión que todavía se cultiva por Mesopotamia. Dicen que todos mandeístas son gnósticos; pero tienen sus principios.
Lo de la eficiencia energética es porque ayer mismo, 5 de marzo como el año pasado por estas fechas, se conmemoraba el Día Mundial de la Eficiencia Energética. Toda institución que se precie nos lo recordó ayer. Como apreciamos mucho lo que hace Oxfam nos aprendemos bien sus trucos, lo explican en la guía que se puede descargar, para ahorrar energía y comprar productos que consuman menos, sean más eficientes. Que aunque seamos unos «mandaos» no nos escabullamos con el «Mande!»
La ONU (UN environnement programme) nos avisa de que «la producción y el uso de energía es el mayor contribuyente individual al calentamiento global, y representa aproximadamente dos tercios de las emisiones de gases de efecto invernadero inducidas por el hombre». Por cierto, discurriendo mucho podría pensar unos minutos en qué ahorraría energía, y a la vez ser en su vida más eficiente; no es lo mismo. Ahorrar suena más, lo de eficiente, esa palabreja que inunda el lenguaje del siglo XXI con vistas al año 2030, ya no está tan claro. Mejor todavía si en su domicilio acuerdan un protocolo de eficiencia energética. Dialoguen, y además de ser eficientes ahorrarán cantidad de euros, dejen de ser unos «mandaos» y actúen como lo haría la ciudadanía en 2030. O se es más eficiente en el uso y consumo de todo o… No se haga el «Mande!». Mejor piense en el sentido mexicano para hacer lo que nos dicen la gente que sabe de eficiencia energética y la sitúa como la principal fuente de energía, y la más limpia.
La Junta de Andalucía lo celebró con imágenes de diseño. Pero yo me quedo con La huella ecológica de Carmela, disfrútenla. ¡Y que mande la eficiencia energética!
La competencia para vivir la sostenibilidad
Hace más de 6 años ya que en este blog empezamos a hablar de sostenibilidad, que no de sostenible. Pueden comprobarlo con una sencilla búsqueda y encontrarán las muchas esperanzas y a la vez dudas que nos ha suscitado.
Sostenibilidad se nos antoja mucho como habilidad. Ha irrumpido en el mundo de las palabras fetiches, mágicas, que con solo pronunciarlas, o adosarlas a cualquier lema o producto tienen inmediatos efectos sanadores. Pero llevada a la vida entra en el reino de la paradoja porque significa tanto competir con alguien o algo por más que sea un peligro y, a la vez, viene marcada de incumbencia que a todos afecta. Además de pericia, aptitud ante algo e idoneidad para enfrentarse a una situación que no se ha buscado.
Resulta complicado llevar a cabo simplificaciones sobre un tema tan complejo como sostenibilidad, vivencia ciertamente utópica. Una máxima incierta en un mundo tan diverso y desigual como el actual, pleno de anuncios comerciales o políticos que la nombran. La sostenibilidad sería en sí misma una entelequia, pero es que además buena parte de lo que tenía su sentido primitivo ha sido manoseado en grado sumo en pocos años; los que lleva entre nosotros. Tanto es así, que las depredadoras energéticas se han colocado como apologistas de la sostenibilidad (sic). Por eso, algunos ya hablamos de “sostenibilidad de plastilina con fondo verde”, cual si fuera un cuadro surrelista -¿irracional o absurdo?- o dadaísta -empeñado en contrariar al bien ser ecosocial-. En resumen, en tiempos era una entelequia compleja que quería conquistar uno o muchos mundos vivenciales, ahora olvidados o perdidos. Vaya desde aquí la profunda crítica a este enrevesado mundo distópico.
Pero claro, la sostenibilidad no está encerrada en un concepto como área protegida o reserva natural. Afecta a muchos ámbitos, con intenciones diversas y beneficios buscados. La troceada sostenibilidad produce pena a quienes imaginamos que el mundo debería dirigirse hacia postulados colectivos. Ya se sabe que el ecosistema ecosocial exige un abordaje sistémico. Pero no es costumbre afrontarlo así, porque no se entiende así; prima lo mío o lo nuestro. Nos tememos que si triunfan transiciones hacia la sostenibilidad se limitarán a ámbitos concretos (uso de la energía, movilidad, etc.), que siempre vendrán bien como abordaje parcial o como cuña de entrada en la cultura social escasamente proactiva, pero dudamos que remuevan la compleja transición ecosocial que tan bien nos iría.
¿Y si intentáramos, cada cual en su medida, representarla?
P.D.: Un año ya de la invasión rusa de Ucrania y del comienzo de la negación de la sostenibilidad en una parte importante del distópico mundo que busca la derrota antes que la paz.
No desperdiciar comida alimenta a los ODS
No solo a esos objetivos que quieren ser el principio y fin de la transición global, sino que sirve a un conjunto ideológico trazado con interacciones de muchos tipos que se llama ciudadanía global. Detrás de unas simples siglas está un estilo de convivencia y sentido de pertenencia a un grupo multiétnico, sin estamentos estancos. Claro que visto así parece una utopía pero tomémosla como el punto final de un proceso, que sin duda se verá sometido a continuos vaivenes. En realidad, la vida nos hace a veces infelices, por acción u omisión. Pero ahí reside la esperanza, en tramitar ambas estrategias con una comedida estampa vista en el espejo del futuro.
La sugerencia del chispazo de hoy ha sido la lectura de un artículo Todo lo que falta por hacer para frenar el “trágico” desperdicio de comida. En esta entrada recogemos parte de lo publicado en El Diario.es pero el asunto se ha tratado muchas veces y no avanza. Por eso lo traemos aquí. Una ley estatal, no nacida y sometida a presiones e incertidumbres, parece que regalará el supermercado alimentario, con evidentes grietas en la cadena de valor social. Pero el artículo destaca iniciativas ya en marcha. Tirar en casa un poco de comida no debe angustiarnos pero que hagan los mismo miles de millones de personas sí que es una tragedia. Por tres motivos fundamentales: unos tiran lo que otros necesitarían para alimentarse, unos tiran lo que ha costado mucha agua y energías para producirse, unos tiran y aumentan los residuos generados a los cuales hay que recoger y tratar, lo cual supone enormes gastos de energía.
El tema ya lo hemos abordado en este blog pero hemos de seguir hablando de algo que se está generando cada día de nuestra vida, es algo así como el diario del consumo individual. Hay quienes afirman que en todo el mundo se puede llegar a desperdiciar casi un tercio de los alimentos que se produce. Otros dicen que puede ser mayor. Dice el Ministerio de Agricultura de España que se tiran a la basura alrededor de 7,7 millones de toneladas de alimentos al año, en los últimos años ha descendido un poco; claro que todo ha sido por la COVID. Aquí un enlace a cantidad de números por año. Por eso ha puesto en marcha la campaña Aquí no se tira nada. Alimentos con siete vidas, en la cual diversas personas relacionadas con el mundo de la restauración dan contenido a los muchos fundamentos en que se basa. Merece la pena ver el documento en Youtube.
En fin, que debemos dar la bienvenida tanto a proyectos más locales como Alimenta ODS de Enraiza Derechos y Ecodes, o Red Alimenta. Tampoco estaría de más pasarse por AECOC (Asociación de Fabricantes y Distribuidores) y ver de qué va su campaña “La Alimentación no tiene desperdicio”. En fin, que si queremos llegar a las metas de los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) hay que nutrirlos mejor. Se nos olvidaba: los niños, niñas y adolescentes entran en este propósito. Se educan también viendo y haciendo.
Y me pregunto: ¿Si tantas voces manifiestan lo mismo, por qué no logramos adherirnos a sus propósitos? Podría ser un consejo de endocrinología mental, si existiese ese nodo vital.
Apicidio por la agricultura intensiva multinacional
Ser insecto conlleva sus riesgos. Hay muchas criaturas dispuestas a no dejarles vivir, porque los necesitan para sus aportes de proteínas. Los insectos, no todos, son algo así como la continuación de las flores, que con sus brillantes y variadas tonalidades les están diciendo: ayúdame en la polinización. Las abejas están en la cúspide de los insectos, quizás al lado de las mariposas. La belleza y la eficiencia se confunden y a la vez engrandecen a los personajes.
No a todos los insectos les sucede como a aquel Gregorio Samsa de Kafka que al despertar después de un intranquilo sueño se vio convertido en un monstruoso insecto. Pero el mundo de los insectos es el extraordinario escaparate de la metamorfosis.
Los insectos viven y mueren como todo ser vivo. Pero casi han desaparecido por los mata abejas que les lanza la especie dominante en el Planeta, que se dice que es a la vez la dotada de mayor inteligencia. Debe ser una tragedia morir envenenado, su secuencia ralentizada daría para una serie de Netflix y esos sitios. Por contra, la metamorfosis de la abeja encandila, aquí National Geographic lo explica en un minuto.
Nacieron las abejas y volaron atraídas por símbolos varios. Hasta que se encontraron con peligros. Los más graves esos insecticidas neonicotinoides que se usan en la agricultura intensiva. Ahora la UE ha condenado a Bélgica por su uso, pero es que en España llevan cinco años prohibidos por la Justicia europea y siguen siendo usados. La incongruencia de la agricultura intensiva: matar a unos para protegerse de no sé que y acabar a la vez con otros cultivos, especialmente frutículas. Cuesta poco adivinar que detrás de esos usos masivos están los intereses comerciales de las gigantes farmaceuticas y químicas Bayer y Syngenta. Pero cuesta más entender los permisos otorgados temporalmente, año tras año, por el Ministerio de Agricultura y Ganadería español. Pasándose por el forro de la camisa aquello que sentenciaba el Tribunal de Justicia Europeo sobre que “el objetivo de proteger la salud humana y animal y el medio ambiente debe primar sobre el objetivo de mejorar la producción vegetal”.
Las grandes polinizadoras de Europa, de las cuales ya consumían su miel las gentes del Neolítico y así lo han dejado expresado en las pinturas rupestres de La Cueva de la Araña en Bicorp, sentenciadas a su desaparición. Costaba creer que ese momento pudiese llegar. Para saber más de la lucha por la supervivencia de las abejas hay que acudir necesariamente a Greenpeace. La contienda no ha acabado, necesitarán el apoyo unánime de la población. Se echa en falta la voz de los fruticultores, los grandes beneficiados económicamente del trabajo de las abejas. ¿Dicen algo los sindicatos agrarios?
Quienes tengan tiempo no se pierdan esta entrada de hace 10 años, publicamos otras dos en 2015, dos en 2018, otra en 2020 y la última por el mes de febrero del año pasado. En Ecos de Celtiberia sí preocupa la salud de las abejas, por eso nos hemos inventado lo del apicidio.
Ciudadano-a árbol: gracias por mejorar nuestra salud
Amigo árbol, te llamo así por más que no sepa tu nombre y la familia a la que perteneces. Te debo gratitud, como a otras plantas y seres vivos que te acompañan en la ciudad, con los que interactuamos aunque no seamos conscientes de ello. Me gustaría hacerte un homenaje en representación de todos los ciudadanos que aman los árboles, que se sienten ecodependientes. Te dedico esta entrada, pues no soy nadie para hacer llegar una demanda ecológica al conocimiento de las autoridades. Como Machado, el admirado poeta de los árboles, aprecio la gracia de tus ramas verdecidas, tras un invierno poco amable. Y te sigo recitando el machadiano recuerdo «De los parques las olmedas/ son las buenas arboledas/ que nos han visto jugar,/ cuando eran nuestros cabellos/ rubios y, con nieve en ellos, /nos han de ver meditar».
El árbol, los árboles, son bastante más que sombra en la ciudad. Sostienen en torno a él, ellos, vida de otras criaturas, con o sin función clorofílica. Forman parte de la ciudad regenerativa en su lucha contra el cemento monocorde. Y mira por donde, sin saberlo o quizás sí, están contribuyendo a que las ciudades sean más inclusivas, seguras, resilientes y sostenibles; que es lo que más o menos dice el ODS núm. 11.
Se cumple aquello de ¿aire limpio?, imposible sin árboles y otros organismos fotosintéticos. La ciudad como paradigma de la contaminación del aire, las zonas verdes empeñadas en disminuir su virulencia; la ecodependencia hecha vida porque no conoce fronteras. Los árboles constituyen/construyen una barrera ante las enfermedades. Conocido es el efecto de la llamada isla de calor -tan estudiado por el catedrático de Geografía José María Cuadrat, al que hay que leer para sostener la metáfora-. Calor acumulado en el asfalto y el hormigón, por la combustión de motores y las instalaciones de aire acondicionado. Dicen que en un día de verano en una ciudad mediterránea la radiación solar puede llegar a calentar el asfalto hasta los 75 ºC y el hormigón a 65 ºC, mientras que temperatura de la hierba no sobrepasa los 42 ºC. Ahí están los árboles y otros vegetales atemperando la temperatura urbana y protegiendo la salud de sus habitantes, desvelando su metáfora.
No más parques grises en la ciudades, se trata de renaturalizarlas como hace tiempo que nos proponen las gentes de Ecologistas en Acción, para lo que habrá que derrotar las limitaciones que imponen las tramas urbanas; verdes contra el gris del cemento. Porque plantar árboles purificadores de aire en la ciudad puede reducir un tercio las muertes por calor y muchos más beneficios.
Habría que llevar este asunto a las juntas de distrito, a las reuniones de los ediles, al ideario colectivo de los urbanitas. Lo demuestra un estudio de ISGlobal de Barcelona, publicado en la prestigiosa The Lancet, en el cual se puede acceder al resultado de las 93 ciudades estudiadas. Enfatiza un axioma difícil de discutir: planificación, medio ambiente y salud van de la mano. La metáfora hecha vida. Te prometo aprenderme tu nombre y saber más de ti.
Me persigue la verdad cuando comunico sobre cambio climático. ¡Qué se le va a hacer!
La incertidumbre energética es como aquella margarita de Benedetti, cuyos pétalos nunca se acababan de deshojar. Los pétalos eran iguales y a la vez diferentes, porque incluso la simetría depende del orden y el momento. Los pétalos tienen marcas invisibles para nosotros pero visibles e imprescindibles para los insectos o pájaros que visitan las flores, en su búsqueda de alimentos; necesitaríamos radiaciones especiales para verlos. La vida es un entramado dialéctico y de pensamientos. Tiene marcas que unos ven y otros no.
Tal es así que nos atrevemos a decir que estamos olvidando la saludable costumbre de la esperanza, no solo la verde sino la ecosocial que viene teñida de gris. Será porque cuando creíamos tener las respuestas a la gestión de las crisis energéticas nos cambiaron las preguntas. Verbigracia la guerra de Ucrania y la extraña gasificación posterior de la economía; ambas siguen aumentando nuestra incomprensión.
Será porque no entendemos los mensajes, plagados de verdades cautivas e ideas maledicentes. Tenemos cercana la COP27, esa que nos iba a alumbrar esperanzas climáticas. En realidad esperábamos que los gobiernos dejasen de ser los bolsillos de los contaminadores, como los llama climática.la marea, que identifica a los entramados lobistas españoles. Antes se valoraban y tenían alto precio las verdades, ahora intentan sepultarlas las mentiras enlatadas en verde, que anulan hasta lo que la evidencia científica dice. Hace unos días nos enteramos que la petrolera Exxon sabía, con datos científicos de investigadores propios, lo del cambio climático ligado al uso de los combustibles fósiles, pero lo ocultó para seguir incrementando sus pingües negocios.
Sonroja pensar en la denuncia que lleva tiempo haciendo la ambientalista ugandesa Vanessa Nakate acerca de los impactos de la crisis climática en el continente africano. Por cierto, fue ninguneada y borrada su imagen en el Foro de Davos 2020. Imaginamos que por ser activista ambiental, además de negra y mujer. O acaso porque denunciaba que “Europa solo haya empezado a despertar acerca de la emergencia climática tras sufrir en sus propias carnes fenómenos meteorológicos extremos, inundaciones e incendios forestales”. Luego hubo otras denuncias como la de The Conversation, de que en la COP27 el grupo de presión de los combustibles fósiles desplazó los llamamientos a la justicia climática. Otra más: el título de la crónica de la COP27 en este artículo de Antonio Albiñana es elocuente: COP27: Ganaron los lobbies. Cuando llegue la próxima cita planetaria se deplorarán nuevas catástrofes climáticas.
Me consuela saber que crecen las personas e instituciones que afirman sin tapujos que algunas mentiras energéticas se incrustan en el deseo de la transición ecológica global. Quienes propagan esas mentiras deberían ser perseguidos por la justicia y ser apartados de las reuniones de los mandatarios que gobiernan el mundo, llámense OCDE, Banco Mundial, UE o el Word Economic Forum.
ESTAMBROTE: Emiratos designa al jefe de la petrolera estatal, un presunto retardista climático, como presidente de la COP28.
COROLARIO: Va a ser verdad aquello que decía G. Orwell de que en época de engaño universal (como la que estamos viviendo) decir la verdad es un acto revolucionario. A lo que añadiría Jürgen Habermas aquello de que la verdad nunca está de parte de quienes publiciten más.
EPÍTOME: La energía más abundante y barata, con permiso del sol, es el ahorro comprometido por ser de interés social.
P.D.: Dicen por ahí que el jueves 26 de enero es el Día Mundial de la Educación Ambiental. ¿Ha pensado ya cómo conmemorarlo?
Hemos retorcido los ciclos del agua y así nos va (irá) la sostenibilidad global
Mira que lo hemos visto veces dibujado en nuestros libros de texto, en páginas divulgativas de la naturaleza. Nos enseñaban de forma sencilla una compleja interacción física, química, global, geográfica, ambiental y muchas más cosas. Aun así siempre hubo gente que tenía sus sospechas y con razón: no es sencillo poner en plano una concatenación tridimensional. Lo sabemos quienes no nos creemos los mapas mundiales que sobredimensionan el hemisferio norte, el que nosotros miramos de frente, y minusvaloran la representación del hemisferio sur: allá donde habitan las gentes que “caminan de cocota” como me describió con extrañeza una alumna aventajada en el cuestionamiento de lo (im)posible que pudiera decir su profe.
El ciclo del agua es multidimensional, pluriespacial, interconectado con el suelo (con toda la biodiversidad incluida y un subsuelo extraordinariamente complejo) y el aire (multicapa y multi masas, además de cambiante en su composición y batido por corrientes fruto de las presiones). Además no es uno sino muchos. Por otra parte las precipitaciones no tienen distribución territorial equitativa, ni caen allá donde se ha producido la evapotranspiración mayoritaria. Vaya lío, y sin embargo se simplificaba en una imagen sencilla que he visto, y criticado por cierto, hasta en los libros de 1º de primaria, con toda la abstracción que eso lleva consigo. Y para más torpeza decían casi lo mismo que los de Secundaria. Así, chicas y chicos aborrecían de por vida el ciclo de agua.
Será complicado entender, en base a esas ideas previas tan resistentes, que el ciclo multivariable actual no se parece demasiado al de los dibujos. He buceado en la Informe 2022 Summary Report de Global Water Monitor. Allí me he enterado de que el Pacífico ha estado revuelto con sus aguas más cálidas en occidente y más frías en oriente, chocándose con agua más cálida en el Índico Oriental y septentrional, y más fría en el oeste. ¿Qué tendrá que ver esto con mi pueblo? Al menos se sabe con certeza que aquella ola de calor del sur de Asia de primeros de año fue seguida de unos monzones con lluvias inusualmente altas que causaron inundaciones y deslizamientos de tierra en Pakistán, Afganistán, India, Tailandia, Camboya, Australia y otros países.
De nosotros también habla y dice que “en Europa occidental y gran parte de China, las olas de calor y la sequía marcaron el verano de 2022, y los ríos y lagos se redujeron a su mínima expresión antes de volver a condiciones un poco más normales más adelante en el año”. Se puede acceder también a un rincón acuático mundial por esta entrada y seleccionar un lanzador de datos chulísimo: precipitaciones por meses, temperaturas y humedades, agua del suelo, etc. Por cierto, no nos resistimos a copiar algo de lo que dice: un aspecto del ciclo del agua no muestra la imagen completa. Usamos datos sobre precipitación, temperatura y humedad del aire, agua del suelo, flujos de ríos y volúmenes de lagos para comprender el cambio.
Ahí estamos, sin mover políticas globales que anticipen algo lo que puede pasar con bastantes probabilidades. Como si entender el clima fuese una entelequia, ¿lo es? Si alguien quiere saber algo más de esto del ciclo de agua y sus repercusiones puede entrar en Informe Mundial de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos 2022 de UN Water publicado con ocasión del pasado Día Mundial del Agua. Tiene el resumen ejecutivo, la parte de hechos y cifras y un audio en español.
Parece que es cierto aquello que defendía Jacques Y. Cousteau de que somos tan soberbios (esto es opinión mía pues él decía olvidamos) que el ciclo del agua y el ciclo de la vida son uno mismo. Por mi parte añadiría que esto último debería ir en plural. Globalmente, ahora y después, también lo añado yo, en vidas muy diferentes según países, demasiado retorcidas para entenderlo en conjunto. Para colmo, los libros de texto seguirán mostrando la “sencillez” del ciclo de agua. Me gustaría ver cómo lo señalan los libros escolares, si los tienen, del África sahariana y sus aledaños. Otra cosa más: ¿por qué los ciclos del agua maldicen siempre a los mismos?
Zonas de bajas emisiones urbanas en diferido, a pesar del aumento de los daños a la salud ciudadana
Parece ser que la cosa va lenta porque es difícil, por la falta de voluntad de los ayuntamientos respectivos o porque no se tiene fe en que ayuden mucho a mejorar la salud ciudadana. La realidad es que de los 149 municipios de España -todos de más de 50.000 habitantes- que debían establecer restricciones al paso de cualquier vehículo por zonas donde el aire está muy cargado de contaminantes (ZBE), muy pocos han cumplido con la obligación. Van casi siempre en diferido cuando se trata de apechugar con los problemas ambientales que la vida cotidiana genera. Menos a la hora de pedir dinero procedente de la UE. Sin embargo, otras ciudades como Pamplona o Pontevedra llevan años restringiendo el tráfico por zonas centrales y mejorando la salud general. De estas se habla poco.
Las superficies municipales declaradas ZBE más grandes son Madrid (más de 50 km2) y Barcelona (más de 100) mientras que son anecdóticas, como sucede en Sevilla (1 km2) y Zaragoza (medio), donde han puesto las señales prohibitivas pero poco más. De modo que el compromiso parece poco eficiente, pues ni en unas ni en las otras se trabajó en serio. Claro que la aprobación tardía del decreto que las regula por parte del Ministerio de Transición Ecológica, el pasado diciembre, no ayuda mucho. Todo va en diferido menos los daños para la salud de los viandantes y habitantes urbanos. Es más, si hay ZBE no habrá sanciones, imaginamos que las administraciones se fían de la buena voluntad de los conductores para regularse. Sabemos que todo este asunto es complejo, pero puede dividirse en partes más simples, me parece que más o menos dijo R. Descartes. Viene bien en el tema de la regulación de la movilidad urbana.
Dicen quienes regulan que los conductores deberán proveerse de unas etiquetas que delatan el poder contaminador del vehículo. Desde la C (los más contaminantes y a la vez vetustos, hasta el 0 o Ecos (los menos). Pero claro, el parque automovilístico español es más viejo que la tana. No vemos mucho la televisión pero estimamos que la propaganda de las bondades de esta medida, las restricciones a la movilidad en vehículo, en forma de mejora de la salud global no han llegado a la ciudadanía. Las susodichas etiquetas las proporciona la DGT pero uno no las encuentra cerca de su domicilio. Imagino que si se encarga la DGT, tan diligente a la hora de comunicarte las multas por causas varias cuando conduces, debería llevar a cabo una información particularizada a los usuarios. Muchas gente está despistada y ni siquiera sabe de qué va la cosa. Menos mal (sic) que algunas ciudades como Zaragoza se proponen cumplir con el mandato en unos 18 meses, después de un periodo «didáctico y educativo».
Suspenso general para los ayuntamientos cuya obligación pasa por mejorar la salud de la ciudadanía. Seguro que tendrán departamentos técnicos que comprenderan aquello que decía ISGlobal de Barcelona: La contaminación del aire es uno de los riesgos ambientales más frecuentes que afecta el 100% de la población, desde el desarrollo intrauterino hasta la muerte.
¿Hace falta algo más para tomar medidas? La salud ciudadana nunca debe verse en diferido, ni se puede volver a emitir el programa de vida ni es conveniente retrasar su mejora. Permítasenos que desde aquí difiramos de las políticas de movilidad urbana; serán uno de nuestros argumentos a la hora de votar en mayo.
Por un paseo ciudadano sin riesgos graves (Versión 2023)
Llegan unos días de paseos familiares, de reencuentros al aire libre para renovar cercanías olvidadas. Hemos dicho aire libre; de eso nada. El aire urbano es una como una sopa que todos nos tragamos sin conocer sus ingredientes. Pero que se enteren los paseantes de que el aumento de las sustancias tóxicas tiene sus repercusiones: las más evidentes son los fallecidos prematuros por los excesos contaminantes, los enfermos recurrentes, el gasto sanitario, etc. Los responsables de semejante porquería somos nosotros que emitimos cada día más monóxido de nitrógeno que en su contacto con el aire se transforma en dióxido de nitrógeno, del que se dice que en algunas ciudades como Madrid supone las tres cuartas partes de los venenos contaminantes del aire. Inspirado viaja para adentro y llega hasta los confines de los pulmones; así llena los hospitales de afectados. Por eso la AEMA (Agencia Europea del Medio Ambiente) asegura que mata de forma prematura a unas 7.000 personas en España cada año; además de otros daños severos.
En este maremágnum energético, ayuntamientos de grandes capitales españolas, pongamos de ejemplo Zaragoza, se resisten a establecer ZBE ( zonas de bajas emisiones) alegando inseguridad jurídica, en otras ciudades las hay y la gente circula con ellas con un placer inodoro solo interrumpido por los olores de algunas plantas. Como no somos entendidos, dejaremos su resultado al quehacer del tiempo. Pero que sepan los ediles municipales que en algunas calles de elevado tráfico la contaminación se masca. Sin embargo tienen sus días contados, es un decir, pues según nos cuenta EFE:verde las ZBE deberán tener metas de reducción de emisiones en 2030 para proteger la salud de sus vecinos y frenar el cambio climático. Algo de eso se consigue utilizando más vehículos eléctricos, usando el transporte público y otros alternativos no contaminantes, construyendo edificios más sostenibles energéticamente, esto con doble sentido.
Así el aire que consumimos cada día resulta que es algo así como el inodoro a donde van a parar los desechos volátiles de nuestra vida. Pero huele. Es como aquellos primeros wáteres que no tenían el sifón de curva que impidiese los volátiles apestosos. De sifones actúan las ZBE bien gestionadas, también los parques vivos. Habrá que ponerse manos a la obra, pero no imaginamos cómo resultará la aventura pues en los países ricos como los nuestros desplazarse con el coche a donde a uno le da la gana es una extensión de la mal gestionada libertad. Algo así como una gincana sanitaria.
Por todo lo anterior, y muchas más cosas, que el 2023 los libere de los peajes que lleva consigo pasear en nuestras ciudades. Hablando de aires y ciudades me viene a la memoria una frase de nuestro admirado Henry Thoreau “No se preocupe si usted ha construido castillos en el aire. Su trabajo no está perdido, está donde debe estar. Ahora ponga las bases debajo de ellos”. Se complementa con aquella otra del filósofo español George Santayana (1863-1952), a quien tardé mucho en descubrir, porque los libros españoles lo silenciaron por sus nulas afinidades con las doctrinas de la Dictadura. Santayana manifestaba: “La sociedad es como el aire, necesaria para respirar, pero insuficiente para vivir.” Es también coautor de esa cita célebre de que “aquellos que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo”. Sobre esto urge una reflexión colectiva, en este año nuevo tan complejo, pleno de incertidumbres sociales, políticas, ambientales y muchas más.
Al menos que tengamos en 2023 un aire urbano limpio. ¡Tampoco es mucho pedir!
«Climate Trace» avisa: vaya trazas de abordar el cambio climático.
Esto de las emisiones que nos envenenan el aire, y nos lo aumentan de temperatura, es un cuento de nunca acabar. Cada día surge algo nuevo que se amontona con lo anterior y deja sus trazas en la troposfera y más allá. En la baja troposfera estamos nosotros, que no nos libramos de los vaivenes de la alta, media o baja capa que cambia en su composición. Aunque sea en pequeños porcentajes variables, las nuevas emisiones son dañinas para el conjunto dinámico (lluvias desbocadas y sequías aniquiladoras, y por los efectos en la salud de las personas y de la biodiversidad.
Cansa hablar de lecciones repetidas, pero es necesario, bien sea porque somos oyentes no practicantes o porque nos importa un carajo un peligro que ahora no queremos ver. Esto ocurre aunque la ciencia diga que ciertos consumos de combustibles empuercan la troposfera; este año ha sido de récords. No hay quien entienda la trazabilidad de la vida en común.
Conviene darse un pase por Climate Trace, más o menos la traza climática, para enterarnos de que la vida actual muestra trazas de peligros y exhibe grandes incertidumbres. Pero sin embargo mucha gente tiene unas trazas de vivir que parece que le importa un comino la calidad del aire que se respira y las posibles repercusiones en generaciones futuras. En la página que comentamos se puede acceder a un seguimiento independiente de emisiones de efecto invernadero, descargar datos de emisiones por sectores y países, comparar quienes van de cara o de reculas, de las más de 70.000 fuentes calificadas de altas emisoras de GEI, pueden acceder a un boletín de seguimiento del clima, etc. Y si se quiere le mandan a uno todas las novedades del seguimiento.
No olvidemos que el cambio climático está detrás de muchas incertidumbres, es el generador de buena parte de las distorsiones vitales.
ALERTA: La Comisión Europea quiere abrir ventanas de anti contaminación en forma de renovables en las zonas de protección ambiental con la excusa de la carestía del gas. Seguiremos la noticia porque no son trazas de hacer y deja demasiadas trazas de pensar. Mal ejemplo para la ciudadanía silenciosa, que tarda en percibir que las trazas de vida nunca siguen una línea recta, la distancia más corta entre deseos y realidades.
Un impulso de la UE a la lucha contra la deforestación global pero aún así…
Llega muy oportuno el acuerdo entre el Parlamento Europeo y el Consejo sobre cadenas de suministro libres de deforestación. Justo antes del comienzo de la histórica Conferencia sobre Biodiversidad (COP15) que se propone definir los objetivos de protección de la naturaleza en las próximas décadas. Se sabe con certeza que la UE es una de las más importantes economías mundiales y a la vez gran consumidora de los productos básicos forestales. Si se cumplen los mandatos del Parlamento y del Consejo no solo se ayudará a reducir de una forma significativa la deforestación y la degradación forestal a nivel mundial, algo sumamente importante. Sino que además reducirán las emisiones de gases de efecto invernadero, al favorecer la captura del dióxido de carbono troposférico y aumentará las posibilidades de que una parte significativa de la biodiversidad se mantenga.
Al entrar en vigor las nuevas normas, todas las empresas implicadas en comercio de materiales pertinentes deberán llevar a cabo una estricta diligencia tanto si colocan en el mercado de la UE como si exportan productos tan comerciales como aceite de palma, ganado, soja, café, cacao, madera y caucho, así como productos derivados como carne de res, muebles o chocolate). La primera lista de estos productos básicos, que será revisada, se ha elaborado tras una evaluación de impacto exhaustiva que los identifica como el principal impulsor de la deforestación debido a la expansión agrícola.
Las empresas del sector estará obligadas a redactar diligencias demostrables de que los productos están libres de deforestación (producidos en tierras que no fueron deforestadas después del 31 de diciembre de 2020) y legales (cumplen con todas las leyes pertinentes aplicables vigentes en el país de producción). Además deberán recopilar información geográfica precisa sobre las tierras donde se han cultivado los productos básicos que obtienen, de modo que se pueda verificar el cumplimiento de estos requisitos. Si no es así, los Estados miembros sancionarán los posibles incumplimientos de las normas.
Pero aún hay más. La UE intensificará a escala internacional su compromiso. Lo mismo bilateralmente con los países productores y consumidores como con sus políticas activas en los foros multilaterales relevantes, para garantizar que la nueva ley se implemente de manera efectiva y también ayudar a los países productores cuando sea necesario. Se quiere asegurar los medios de vida de millones de personas, incluidos los pueblos indígenas y las comunidades locales de todo el mundo, que dependen en gran medida de los ecosistemas forestales.
Aún resuena, y quedan tareas pendientes, aquella acción global «Salvemos los bosques primarios» que Greenpeace lanzó hace algunos años, más o menos hacia 2004 y siguientes. De la cual tuvimos el honor de redactar el material «Escuelas amigas de los bosques» con el que se compuso «Un paseo didáctico por los bosques primarios«. Queríamos sensibilizar a los estudiantes, a los jóvenes, porque los bosques actuales los debemos guardar para ellos. Ojalá nuestros deseos y los nuevos reglamentos de la UE se materialicen en un aumento global de los bosques y su biodiversidad. Seguiremos luchando por conseguirlo.
Los mapas que faltan en la escuela señalan vidas ocultas.
Quien esto escribe siempre tuvo una admiración especial por los mapas. Leía en el periódico regional al cual estaban suscritos los abuelos una noticia de hechos singulares ocurridos por el mundo y buscaba en su Atlas mundial el lugar. Calculaba, a bulto, lo lejos o cerca que estaba de su pequeño pueblo. Al tiempo, seguía las peripecias de equipo de fútbol favorito en sus competiciones europeas. Tanto es así que el mapa político de Europa tenía trazadas líneas de colores con cada torneo anual. Por entonces, al atlas propio o los mapas de la escuela se limitaban a lo físico y lo político. Esto último concretado estrictamente a la división territorial. Qué por cierto era cambiante pues en su época de estudiante sucedieron muchas descolonizaciones y guerras. Aún recuerda las atrocidades contadas de la guerra de Vietnam, incluso sus ciudades y los nombres de los dirigentes. O aquella otra que sangraba el Congo belga, Katanga resuena todavía a diamantes. Eran mapas que confundían, con unos países sobredimensionados en el Hemisferio norte.
No relacionaba mapas con personas, a pesar de saberse todas las capitales de todos países del mundo, españolizadas en su expresión. Los mapas eran su lugar de evasión, sin llegar a concretar un deseo viajero excepto a Canadá, no recuerdo la razón. Por la razón que sea siempre quiso estudiar Geografía, sin soñar siquiera que existía una carrera llamada así.
Esta afición infantil y juvenil no acabó nunca. Pero con tiempo se interesó más por otro tipo de mapas diferentes a los estáticos: aquellos que indican cómo viven las personas circundadas por una líneas. A propósito de líneas se preguntó más de una vez por las rectas que demarcaban las fronteras de los países africanos, pareciendo un uso común que montañas o ríos separasen países como sucedía con lo Pirineos o los Alpes. El mapa no siempre es así, a veces se convierte en una metáfora de la vida. ¿Acaso no lo es el mapa de África?
Faltaban muchos mapas en aquella escuela de pueblo donde estudié los primeros cursos, pero ahora podemos decir que hay mapas en demasía, no porque sobren sino porque tanto el alumnado con la gente que no estudia no se molesta en sacarles a los mapas todo el juego que dan.
Particulamente me impresionan los mapas de las Agencias de la ONU, o los que emiten casi cada día varias ONG socioambientales; muchos denuncian situaciones calamitosas frente a posiciones de lujo. En realidad los mapas, bien mirados, son como una alegoría de lo imposible, porque difícil es encerrar en unos colores la cambiante dinámica social; aún así los actuales transmiten vida a quienes saben mirar. Hay mapas cambiantes como esos que nos aporta la Aemet (Agencia Estatal de Meteorología) o la NOAA americana. Está por ahí el Eurostat en mapas, que es como tomarle el pulso a Europa.
Los mapas nos dan muchas ráfagas de vidas ocultas, de futuros inciertos Hoy queremos hablar de los mapas de Statista, que también se ocupa de gráficos actuales, que son como el complemento de los otros en un deseo de fotografiar el pulso del mundo. También se puede acudir a los mapas de el Orden Mundial.
Pongamos mapas en nuestra vida.
El agua no juega el mundial; no se clasificó por restricciones parlamentarias y mediáticas
Cuesta reconocer el valor de algo que es básico. El agua, que poco cuesta, apenas asoma a nuestra preocupación a no ser que una catástrofe la seque o la inunde. Aquellos lugares con sequías y restricciones no tienen comentaristas acuáticos que enaltezcan a la población ante un hecho probado: sin agua no se puede vivir. La cobertura mediática sobre el mundial de fútbol celebrado en un lugar sin agua fácil -el dinero sobrante suple sus necesidades- está siendo extraordinaria, asfixiante para quienes buscamos la emoción en la manera de vivir de la gente, en reponer una parte de sus carencias; nos sentimos ciudadanos ahogados en un mundo sin apreciar el valer y el valor del agua.
En España, el agua sufre restricciones mediáticas. Bueno, ahora un poco menos porque hasta los grandes pantanos mueren de sed. En Barcelona han comenzado las restricciones al consumo, empezando por el agua estética de fuentes, piscinas y jardines victorianos hiper regados; pronto afectarán a toda el área metropolitana y nuevos usos. Llovió estos días apenas para mojar la tierra -excepto en lugares muy puntuales-, tierra sedienta que muestra su desnudez cuarteada en el P.N. de Doñana por los miles de pozos que lo secan.
El año meteorológico ha sido menguante, el año hidrológico una caricatura presente en el agua que atesoran los embalses y que dejan desnudos los ríos, al año social le traen una cadena de despropósitos por negacionismos y catástrofes varias. Pero el agua no jugaba partidos de clasificación en los parlamentos mundiales, en los españoles tampoco.
Nos gustaría que en las Cortes, en los parlamentos autonómicos, en los plenos municipales se hablase sin restricciones de agua, de su escasez, de prácticas que la malemplean. Pero una parte de sus señorías -fugitivas del agua- se lanzan diluvios descalificativos sobre cualquier tema, como queriendo ahogar con insultos a quienes no nadan como ellas. ¡Qué mal ejemplo! Luego se disculparán, o no, pero la mala educación que lanzan a borbotones impregna a toda la sociedad, que debería preguntarse a quién vota y para qué, antes de las elecciones de la próxima primavera. Porque el caudal de los derechos sociales también tiene una parte de agua.
Pero en otros muchos territorios sucede algo parecido. Avisos múltiples de los trastornos llegaron hasta de cadenas como la CNÑ que asignaba el protagonismo del cambio climático al hecho de que la sequía y el calor extremo castigaban a las economías más grandes del mundo al mismo tiempo. Cuando redacto estas líneas recibo un correo de Oxfam Intermón que dice «Y tú, que harías sin agua«, solicitando una ayuda para Mali. Adelante.
No hablar del agua como derecho humano, como vital argumento económico o ecológico lleva a trivializar la vida. Así en El Principito se recuerda que tras la visita al pozo para el aseo mañanero, el agua alumbra ya, es necesario ocuparse de la limpieza del planeta, pero también le preocupa la no agua de los desiertos. Allá donde el agua corriente o superficial se mantiene en suspense indefinido. Lo resume bien aquel poema de Wislawa Szimborska (no se lo pierdan si han llegado hasta aquí):
AGUA
Una gota de lluvia cayó en mi mano,
venida del Ganges y del Nilo,
de la escarcha del séptimo cielo en los bigotes de una foca,
del agua de los cántaros rotos en las ciudades de Ys y Tiro.
En mi dedo índice
el mar Caspio es un mar abierto,
y el Pacífico desemboca dócilmente en el Rudawa,
el mismo que revoloteaba sobre París como una nube
en el año setecientos sesenta y cuatro,
el día siete de mayo a las tres de la madrugada.
Faltan labios para pronunciar
tus nombres fugitivos, agua.
Tendría que nombrarte en todas las lenguas
pronunciando todas las vocales al mismo tiempo
y tendría que callar al mismo tiempo, por el lago
que esperó en vano cualquier nombre
y que no existe en la tierra, como no existe en el cielo
la estrella reflejada en él.
Alguien se ahogó, alguien te llamó mientras moría.
Fue hace mucho tiempo y fue ayer.
Apagabas casas, arrancabas casas
como si fueran árboles, bosques como ciudades.
Estuviste en las pilas bautismales y en los baños de las cortesanas.
En los besos, en las mortajas.
Royendo piedras, nutriendo arco iris.
En el sudor y en el rocío de las pirámides, de las lilas.
Qué ligereza en una gota de lluvia.
Qué delicadamente me toca el mundo.
Lo que, cuando quiera, donde quiera, haya pasado
está escrito sobre el agua de Babel.